Bajo la Máscara - Capítulo 38: ¿Está Wu You?

 

Capítulo 38

¿Está Wu You?

A primera hora de la mañana, los alumnos del salón 3 encontraron una maceta con una flor frente a la puerta del aula.

La flor parecía una de esas silvestres que se encuentran por doquier en la montaña, aunque también recordaba a una campanilla. Sus pétalos estaban cerrados, revelando un color predominantemente rosa pálido, con el centro probablemente rojo.

Uno de los primeros estudiantes en llegar levantó la maceta y encontró una tarjeta blanca entre las hojas.

—Qi Cheng…

Cuando Qi Cheng llegó a la escuela, vio la flor sobre su escritorio.

Se veía diferente a la de anoche, cuando floreció. Qi Cheng se sentó y acarició el capullo.

Los pétalos estaban firmemente cerrados, sin ceder en absoluto a su encanto. Las hojas verdes crecían con desenfreno y, al acercarse, se percibía el aroma a tierra y a flor.

Xia Li, a su lado, reprimió una carcajada.

—¿A quién se le ocurre regalar una flor con maceta y todo?

Qi Cheng sonrió, quitó las gotas de agua de las hojas y sacó la tarjeta.

La caligrafía era de trazo rígido, con la seriedad de un niño de primaria, pero era muy fea, espantosamente ilegible.

—¿Quién la envió? —preguntó Xia Li—. Ay, caramba, esa letra… ¿por qué se parece tanto a la mía?

—Letra de perro. Felicidades, encontraste un hermano —Qi Cheng guardó la tarjeta en el cajón, dejó su morral y se levantó para salir—. Vuelvo enseguida.

—¿A dónde vas? —preguntó Xia Li.

Qi Cheng le hizo un gesto con la mano, sin decir nada.

El edificio de la escuela preparatoria tenía cuatro pisos. En cada nivel había tres aulas, oficinas y salas de reuniones. El salón 12 estaba en el cuarto piso. Qi Cheng miró la hora y subió corriendo.

Tomaba los escalones de tres o cuatro en tres. Una vez en el cuarto piso, trotó hasta la puerta del salón 12.

—Disculpa —le preguntó al alumno de la primera fila—, ¿está Wu You? —Espera, ahora miro.

Qi Cheng le dio las gracias con una sonrisa, mientras su mirada recorría el interior bajo la luz matutina.

Todos en el aula estaban de pie, repasando sus libros de texto para la recitación matutina. Los uniformes blanco y azul de la escuela, vistos en conjunto, no se veían tan mal. El cristal reflejaba destellos de luz que caían oblicuamente sobre el cabello de los estudiantes.

Su mirada barrió la clase, pero solo vio a Qi Zhong, que dormía recostado en su pupitre, junto a la puerta trasera.

El alumno de la primera fila buscó varias veces y luego se giró.

—Wu You no está en el aula.

Qi Cheng frunció ligeramente los labios, y luego sus ojos se curvaron en una sonrisa.

—¿Podrías darle un mensaje? —Dile gracias por la flor —pidió—. La cuidaré muy bien.


Cuando Wu You llegó del dormitorio, Qi Zhong seguía dormido, con la cabeza enterrada.

—Ya no duermas —lo despertó—. Siempre soy yo el que llega primero. Qi Zhong, ¿a qué hora te levantaste hoy?

—Déjame dormir un rato más —dijo Qi Zhong, sin poder abrir los ojos por el sueño.

Las ojeras se veían intensas. No parecía que se hubiera levantado temprano, sino que no había dormido en toda la noche.

El compañero de adelante se acercó.

—Wu You, te buscaron esta mañana.

—¿Quién? —preguntó Wu You, extrañado.

—Qi Cheng —dijo el compañero—. Dijo que gracias por la flor que le enviaste.

—… —Wu You estaba confundido—. ¿Cuándo le envié yo una flor?

Qi Zhong había levantado la cabeza en algún momento, y sus ojos brillaban a pesar de las ojeras.

—¿Qué más dijo? —Dijo que la cuidará muy bien.

Después de un momento, Qi Zhong volvió a esconder la cabeza entre sus brazos, sus hombros temblaban a un ritmo constante.

Una risa incontenible se filtró, como si fuera un tonto.

Wu You y el compañero de adelante se miraron, con un signo de interrogación flotando sobre sus cabezas.

¿Qué le pasa? Parece poseído.


Tras agradecer a Wu You del salón 12, Qi Cheng regresó a su aula con una sonrisa.

Colocó la maceta en el alféizar de la ventana. Su asiento estaba justo al lado, y el sol lo bañaba en un calor agradable, resaltando los diminutos pelillos de la flor.

Qi Cheng investigó seriamente sobre el entorno de crecimiento de la flor de tabaco: «Resistente a la humedad y al calor, no tolera el frío, le gusta el sol».

Al verlo tan concentrado, Xia Li bromeó:

—Si ni siquiera sabes cocinar, ¿de verdad crees que podrás mantenerla viva?

—¿No basta con regarla? —preguntó Qi Cheng, confuso—. Y que le dé el sol.

—Parece una flor silvestre, no debería necesitar cuidados muy delicados —dijo Xia Li—. ¿La pondrás en el dormitorio?

Anoche, cuando Wu You le mostró la flor en video, eran las siete. Excepto por las vacaciones, seis de las siete noches de la semana se pasaban en el aula. Qi Cheng lo pensó.

—La dejaré en el aula.

La mayoría de las clases de educación física de los doce salones de la escuela eran los miércoles, algunas en la cuarta hora de la mañana y otras en la tercera de la tarde.

El campus era grande. Además de la pequeña plaza y la cancha de baloncesto, tenían una gran pista de atletismo. La clase de educación física del salón 3 era en la tercera hora de la tarde. Cuando llegaron tranquilamente al campo, se dieron cuenta de que el salón 9, que solía tener clases en el gimnasio, también había sido llevado allí.

Los dos profesores de educación física hablaban. Wu Yuan estaba parado, distraído, cuando alguien le rodeó el cuello por detrás.

Wu Yuan estuvo a punto de soltar un codazo por reflejo, pero se detuvo justo a tiempo.

—No te muevas, compañero. Esto es un asalto. Dame todo lo que tengas de valor —dijo Qi Cheng, poniendo mucha fuerza en el brazo, con un tono de broma.

Wu Yuan sonrió.

—Soy pobre, no tengo dinero.

—Esa no es la frase —replicó Qi Cheng.

—No tengo dinero. Déjame ir —dijo Wu Yuan con pereza, bajando los brazos.

Los estudiantes del salón 9 miraron a Qi Cheng con admiración.

Después de bromear un rato con Wu Yuan, el profesor de educación física aplaudió para reunir a los equipos.

El salón 3 se colocó adelante, el salón 9 detrás. Las chicas al frente, los chicos atrás.

Los dos profesores les indicaron trotar dos vueltas a la pista y luego ordenaron a los chicos ir a buscar el equipo.

Los chicos altos y fuertes, acostumbrados a ser mandados, no necesitaron que los nombraran y caminaron por su cuenta hacia el almacén.

El almacén estaba oscuro y lleno de equipo. Qi Cheng estaba a punto de dirigirse a un rincón cuando, de repente, sintió algo presionando su cintura por detrás.

—No te muevas —dijo una voz grave y ronca—. Ten cuidado, que se me puede escapar un tiro.

Qi Cheng levantó las manos, tosió para ahogar la sonrisa que asomaba en sus labios y dijo con voz temblorosa:

—¿Qué quieres? Puedo darte dinero, solo no me lastimes.

Había aprendido algunas técnicas de modulación de voz para engañar a Wu Yuan en la puerta del dormitorio aquel día. Ahora, con el temblor en el final de la frase, su actuación era perfecta.

Cien veces más profesional que la de Wu Yuan.

—¿Que si me falta dinero? —Wu Yuan lo pensó y cambió su guion—. De hecho, sí me falta. Dime, ¿cuánto puedes darme?

—¿Cuánto crees que valgo? —preguntó Qi Cheng.

A su lado, Xia Li tiró el balón que llevaba, cayendo de rodillas sobre la colchoneta de gimnasia.

—¡Hermano! ¡Te lo ruego, no lo lastimes! ¡No tiene ni un centavo! ¡No tiene miles de millones! ¡No compró dos Mercedes para estrellar uno! ¡No compró dos tés con leche para beberse uno y tirar el otro! ¡De verdad es un pobre hombre!

Zhu Fan le hizo un gesto de "bien hecho" a Xia Li.

¡Pffft! Los chicos que entraban a buscar las cosas no pudieron contener la risa, ralentizando el paso al salir.

Varios se doblaron de la risa, sus hombros temblaban sin parar, y su risa era como un soplido.

—… Déjenme explicarles —dijo Qi Cheng.

La raqueta de bádminton presionada en su cintura le dio un golpecito.

—Habla —dijo Wu Yuan.

—Yo sí —Qi Cheng no pudo contener la risa—, sí tengo bastante dinero.

—¡Jajajaja!

Los demás también se rieron a carcajadas.

—¡Qué dramáticos son! ¡Casi me arrodillo a gritar “hermano, ten piedad”!

—¿Tan rico eres, Qi Cheng? ¡No lo parece!

—¿Por qué no llamamos a la patrulla para que el tío policía también vea su actuación? ¡Jajajaja, me muero!

Wu Yuan sonrió, tiró la raqueta de bádminton a un lado y se unió a ellos para mover el equipo.


Cuando llevaron el equipo a los profesores, estos anunciaron que habría una competencia y luego un juego.

Las chicas competirían en abdominales y los chicos en dominadas. Se haría un relevo de toda la clase. La suma de las repeticiones de cada uno determinaría el ganador.

—Para ser justos, calcularemos el promedio —dijo el profesor del salón 9, llevando a los chicos a las barras—. Las dos clases se alinearán. Hay chicos con poca fuerza en los brazos y la espalda, que no hacen ni una. La última vez, con el salón 8, hacer tres ya era excelente.

—Deben concentrarse en el estudio, pero también hacer ejercicio. Para el examen de educación física pueden elegir entre el lanzamiento de bala o las dominadas. Deben practicar ambas. —El profesor recorrió las dos filas—. Los chicos de ambas clases se ven sanos. ¡Vamos, que salgan los delegados de las dos clases!

Los delegados no participarían en la competencia, sino que contarían las repeticiones del equipo contrario. Xia Li, aliviado, le hizo un gesto de apoyo a Qi Cheng y Zhu Fan.

La diferencia de fuerza física entre los chicos de preparatoria no era mucha. Qi Cheng y Wu Yuan se quedaron en la parte de atrás, observando cómo los compañeros de adelante se bajaban de la barra, con la cara roja y el cuello hinchado.

El delegado del salón 9 anunció:

—Salón 3: 49 repeticiones.—Salón 9: 53 repeticiones —dijo Xia Li.

Una diferencia de cuatro.

Wu Yuan miró de reojo a Qi Cheng. Qi Cheng lo sintió, levantó una ceja y le devolvió la mirada.

—Tu clase perderá por mucho —dijo Wu Yuan—, porque hoy no me salté la clase.

Qi Cheng negó con el dedo, lleno de confianza.

—Wu Yuan, no seas tan presumido.

Se miraron fijamente. Los compañeros que los escucharon sabían que ahí estaba el foco de la competencia.

Ambos se colocaron al final voluntariamente. Así se vería claramente quién era mejor.

La gente de adelante disminuía y el número de repeticiones aumentaba.

—Salón 9: 61 repeticiones. —Salón 3 —el delegado del salón 3 no pudo evitar reírse—: 52 repeticiones.

El profesor de educación física se rió.

—¿Qué pasa con el salón 3? Ya van 9 de diferencia. ¡La situación es crítica!

Al final, Wu Yuan y Qi Cheng se prepararon para subir a la barra al mismo tiempo.

El profesor de educación física conocía a Wu Yuan de su clase y sabía que tenía buena condición física. Antes de silbar, le advirtió:

—Ya es suficiente.

Perder por mucho también minaba el entusiasmo.

Los músculos del brazo de Wu Yuan estaban tensos, acumulando fuerza.

Qi Cheng miró sonriente al delegado del salón 9.

—Cuenta bien, no me engañes.

Los compañeros que ya habían terminado se reunieron alrededor del delegado del salón 9.

—¡Tranquilo! ¡Contaremos contigo!

El profesor hizo sonar el silbato. Los dos estiraron los brazos y se impulsaron para sujetar la barra.

Con las palmas hacia adelante, ligeramente más abiertas que los hombros, las dos figuras esbeltas se elevaron del suelo con una postura impecable.

Los alumnos de ambas clases comenzaron a contar las repeticiones de sus respectivos compañeros.

—¡53, 54, 55, 56…!

—¡62, 63, 64…!

Los dos, agarrados a la barra, subían y bajaban alternadamente, manteniendo el ritmo del otro. Ninguno quería ceder.


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