Bajo la Máscara - Capítulo 51: Es bastante delgada

 

Capítulo 51

Es bastante delgada

Si no tomo este té de burbujas, ¿llorará?.

Qi Cheng no pudo evitar pensar con una maldad divertida.

No quiero tomarlo.

Se rió de su propia malicia. Qi Cheng tosió.

—¿Está dulce?

—Sí —dijo Qi Zhong, y al instante se arrepintió, pues no sabía si a Qi Cheng le gustaba el dulce. Se apresuró a añadir—: Pero no mucho.

—Entonces, ¿está dulce o no?

Qi Zhong, para salir de la situación, tomó un sorbo frente a él. Puso la pajilla en su boca.

—Ni dulce, ni simple. Es delicioso. Los que no lo prueben se arrepentirán.

Una gran indirecta.

Qi Cheng no lo había visto tomar té de burbujas antes, por lo que podía seguir bromeando con él. Si lo tomaba, simplemente sería como beber un poco de agua. Pero al verlo beber de la pajilla y luego acercársela para que tomara, la incomodidad se instaló. Qi Cheng carraspeó. No sabía si levantar la mano o bajarla.

—Toma —dijo Qi Zhong, también sintiéndose avergonzado, promocionando el té con entusiasmo—. De verdad que está delicioso.

Solo había una forma de romper la tensión. Qi Cheng asintió, tomó el vaso y tomó la decisión instantánea de poner la pajilla en su boca.

No está mal. Es delicioso, de verdad.

Se terminó la otra mitad del vaso.

Qi Zhong sintió que le daba calor. Estaba sofocado. El abrigo no era transpirable y sentía que iba a sudar. Qi Cheng corrió a tirar el vaso a la basura.

—¿Vamos a dar una vuelta por el centro comercial?

—Sí —dijo Qi Zhong—. Vamos a ver qué hay.

Ambos chicos se pasearon por el centro comercial de forma superficial. Por suerte, el lugar ya se estaba llenando. Al pasar por una sala de juegos, se miraron. Con un entendimiento mutuo, se metieron de lleno.

Juegos de disparos, baloncesto, carreras... Jugaron hasta el hartazgo. Qi Cheng y Qi Zhong eran buenos. En el juego de baloncesto ganaron un primer premio: un enorme oso de peluche.

Ambos se lo lanzaron el uno al otro, hasta que, al ser tan llamativo, decidieron cambiarlo por dos termos.

Descubrieron que eran muy compatibles a la hora de jugar, especialmente con sus gustos. Incluso en la realidad virtual, eligieron el mismo juego de zombis, el más emocionante y peligroso.

Cerca del mediodía, ambos salieron de la sala de juegos, satisfechos. Después de almorzar, Qi Zhong pasó a la siguiente actividad.

Ir al cine.

Qi Cheng notó que miraba a una pareja frente al cine. Siguió su mirada. La pareja se abrazaba con cariño, con palomitas y refrescos.

¿Quiere palomitas?

Qi Cheng, pensativo, compró dos combos. Cuando se los entregó a Qi Zhong, este reaccionó. Miró su combo y luego el de Qi Cheng.

—...

Había pensado en comprar un solo combo para poder «accidentalmente» tocarse las manos, pero ahora, ni siquiera podrían compartir.

Qi Cheng no entendió sus intenciones. Se sintió considerado, y sonrió, mostrando un toque de orgullo.

—Come si quieres. No es que no podamos pagarlo.

El cine estaba lleno. Estaban en una esquina, y mucha gente los miraba. De repente, una chica se acercó con la cara roja y preguntó tímidamente:

—Ho... hola. ¿Puedo hacerles una pregunta?

—¿Ustedes son pareja? —preguntó la chica.

Qi Cheng y Qi Zhong se miraron instintivamente, en silencio.

Sus miradas vagaron por un instante. Tenían que responder a la chica.

—¿Nos vemos como pareja? —dijo Qi Zhong, enderezándose.

¡Dime que sí!

La chica lo tomó como una negación, y rápidamente agitó la cabeza y las manos.

—No, no. Lo siento, lo siento. Fue un error.

Salió corriendo. Los dos que quedaron allí tenían emociones encontradas.

—Un malentendido —dijo Qi Cheng, tosiendo.

—¿Qué hicimos para que pensara eso? —Qi Zhong estaba molesto—. Ni siquiera hicimos nada íntimo.

Qi Cheng miró a su alrededor. Varias parejas se abrazaban y besaban, hablaban con las caras muy pegadas. Comparados con ellos, ¿por qué los habrían confundido con una pareja?

Además, esas parejas eran heterosexuales. Como había dicho el tío Jiang Jing, aunque el matrimonio igualitario era legal, el público no lo consideraba normal.

Si dos chicos caminaban juntos, la primera reacción era que eran amigos.

Qi Cheng siguió pensando en el malentendido hasta que entraron a la sala. La película empezó, pero él no podía concentrarse. Era una película de terror. Solo había unas diez personas en la sala. Mientras la música creaba el ambiente, Qi Cheng pensaba en la calidad de los efectos, que el maquillaje no era bueno y que el actor había cometido un error.

A su lado, Qi Zhong soltó un suspiro ahogado y le agarró la mano de repente. Apretó fuerte, con las venas marcadas en el dorso.

La mujer fantasma, con la cara llena de carne podrida, desapareció de la pantalla. El protagonista, cubierto de sangre, escapó del estanque peligroso. Qi Zhong se relajó.

—...

Ver una película de terror en el cine multiplicaba el miedo por diez.

Había gente gritando en la sala. Qi Cheng escuchaba a Qi Zhong suspirar una y otra vez.

—Si no puedes...

—¡Un hombre nunca dice no puedo! —dijo Qi Zhong con firmeza—. ¡Claro que puedo! Solo me tomó por sorpresa.

Qi Cheng respetó su orgullo y le dio un consejo.

—Distráete. Cuando veas una escena de miedo, piensa que es falsa.

—Lo intentaré.

Al poco tiempo, Qi Zhong se rindió y empezó a evitar mirar la pantalla.

—Maldita sea, no debí haber venido a ver una película de terror.

Qi Cheng, disfrutando de su refresco, preguntó con caballerosidad:

—¿Quieres irte ahora?

Qi Zhong dudaba. Era obvio que quería ver la película, pero le daba miedo. Quería saber el final de la historia de la mujer fantasma.

Qi Cheng pensó un momento. Lo llamó con un dedo. Qi Zhong, sin entender, se inclinó. De pronto, Qi Cheng le cubrió los ojos.

La mano, que acababa de sostener el refresco, estaba fría. La sintió cómoda sobre sus ojos, aliviando la temperatura de sus párpados.

—Te contaré lo que pasa —dijo Qi Cheng—. Cierra los ojos.

Las pestañas de Qi Zhong rozaron la palma de Qi Cheng. Cerró los ojos obedientemente.

—El protagonista escapa de la villa y baja la montaña. Lo acompañan cinco amigos más...

Su voz era tranquila y pausada, sin miedo. Para no molestar a nadie, hablaba bajo. Era el canal de radio personal de Qi Zhong.

Su aliento cálido hizo que sus orejas se sintieran sensibles. Qi Zhong estaba inclinado, con la espalda rígida, inmóvil.

Las pestañas se movieron. Qi Cheng se detuvo.

—Qi Zhong, no me estás haciendo caso.

Qi Zhong le agarró la muñeca, temiendo que le quitara la mano de los ojos.

—No me moví. Sí te hago caso.

—Abriste los ojos —dijo Qi Cheng—. Tienes las pestañas largas, me hacen cosquillas en la palma.

El corazón de Qi Zhong dio un vuelco. No sabía si era un cumplido, pero su descaro le permitió tomarlo como tal.

—No es mi culpa que mis pestañas sean largas.

—¿Qué tan largas son?

El tema se desvió. Qi Cheng soltó a Qi Zhong y se acercó a mirar sus pestañas. Qi Zhong cerró los ojos a propósito.

—¿Son largas, verdad?

La última vez que las vio fue en el almacén, bajo la tormenta. Vio cómo la lluvia se pegaba a sus pestañas en la oscuridad.

Qi Cheng le tocó las pestañas con sus dedos largos, alisando la curva natural.

—Son bastante largas —midió Qi Cheng.

—¡Ahora me toca a mí! —dijo Qi Zhong, abriendo los ojos con entusiasmo. Quería medir las de Qi Cheng—. ¿Quién las tiene más largas, tú o yo?

Qi Cheng cerró los ojos, dejándolo hacer. Su voz, aunque relajada, era arrogante.

—Aún no conozco a nadie con mejores pestañas que las mías.

La película de terror seguía, pero ellos hacían caso omiso. Se divertían compitiendo por quién era más inmaduro. Al final, no recordaban nada de la trama.

Después de un día de diversión, ambos se dirigieron a la parada del autobús. Qi Cheng iba a casa de Jiang Jing, que estaba en el mismo camino que la de Qi Zhong.

Era la primera vez que Qi Cheng tomaba ese autobús. Estaba abarrotado. Los dos chicos altos estaban apretujados en una esquina. A medida que subía más gente, más se acercaban.

—¿Qué tipo de persona te gusta? —preguntó Qi Zhong, sudando por el calor, pegado a Qi Cheng.

Qi Cheng abrió un poco de espacio. No se movía, a pesar de los empujones.

—Me gustan los adorables.

Qi Zhong frunció el ceño.

—¿Los tiernos y de piel clara?

Él era alto, grande y no tan pálido. ¿Cómo podría ser adorable?

—¿Qué más te gusta?

—Ahora me toca a mí, Qi Zhong —dijo Qi Cheng, sonriendo—. ¿Qué tipo de persona te gusta?

El autobús frenó bruscamente. Qi Zhong se estrelló contra Qi Cheng. Ahora estaban pegados por completo. Un cuerpo joven contra otro. Una ráfaga de juventud los envolvió.

La persona detrás ocupó el lugar que Qi Zhong había dejado, impidiéndole retroceder.

Qi Cheng le rodeó la cintura con un brazo.

—Agárrate, no te vayas a caer.

Qi Zhong lo agarró y respondió a su pregunta.

—Me gusta alguien que haga latir mi corazón.

—¿Acaso tu corazón no late siempre?

—Tienes que llevarme la contraria —dijo Qi Zhong. Olía su aroma y se sintió un pervertido—. Bueno, que haga que mi corazón palpite fuerte.

Ahora mismo me está latiendo fuerte. Por suerte, el autobús estaba lleno y Qi Cheng no podía oírlo. Qi Zhong, absorto, ignoró los latidos, solo sentía su cuerpo arder, con un deseo de cercanía, de más cercanía.

Palpitar fuerte es muy abstracto —dijo Qi Cheng, pensativo—. Sé más específico.

Qi Zhong no pudo decir más. Si lo hacía, revelaría su secreto.

—En fin, la persona que me gusta debe ser muy excepcional.

Estaba caliente, y su temperatura se transmitía a la mano de Qi Cheng. Qi Cheng, inconscientemente, apretó su abrazo.

—¡Ay, ay, ay! ¡Mi cintura! —Qi Zhong siseó de dolor, agarrándose del brazo de Qi Cheng, sudando en la frente—. ¡Maldita sea, suelta! ¡Me la vas a romper!

Qi Cheng reaccionó y aflojó la presión. Algún cable se le cruzó en el cerebro, pues dijo sin venir a cuento:

—Es bastante delgada.

El rostro de Qi Zhong se tiñó de rojo, azul y violeta.


Esta traductora tiene algo que decir:

Qi Cheng: 😏😏😏

Qi Zhong: 🙀🙀🙀

Esta traductora: 😳😳😳

Que vergüenza, ¡mucho ánimo Qi Zhong!


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